domingo, 27 de febrero de 2011

René Lavand

Lugar de honor para este relato que René Lavand incluye en sus espectáculos. Como él mismo afirma, desconozco el autor. Se trata de un cuento que llevaba buscando bastante tiempo. Se lo oí hace cosa de quince años y desde entonces no habían vuelto a tener referencia de él. Al parecer "La rosa", otro clásico del argentino al que reservo un espacio en este blog, había ocupado su lugar... hasta ahora.La única vez que he podido assitir a una actuación del lentidigitador lo hice durante apenas unos segundos y cuando ya se estaba despidiendo. Y lo hizo con este cuento:

Una niña enferma contemplaba desde su lecho un viejo árbol que estaba apoyado en la pared de un viejo patio en un viejo conventillo de París.
La niña quería mucho a ese árbol y pensaba que su vida se iba extinguiendo con la caída de las hojas.
Y el invierno arreciaba, y las hojas caían.
Su madre, sin dinero para médicos ni remedios, subió a un altilla a pedir plata prestada a un bohemio pintor que allí vivía. No tenía un centavo.
Y el invierno arreciaba, y las hojas caían.
Cuando quedó una sola hoja por caer, la madre imploró al cielo que esa hoja no cayera. Y esa hoja no cayó.
La niña se recuperó con nuevos bríos y el árbol retoñó con nuevos brotes.
Paseaban esa primavera madre e hija por el patio y recordaron al bohemio pintor que había muerto de un enfriamiento ese cruel invierno.
Y se acordaron también de aquella hoja. Y fueron a buscarla.
¡Quedaron paralizadas! ¡La hoja estaba pintada en la pared!
Fue la obra póstuma de un gran artista que quisó ser el instrumento de Dios aquí en la tierra para salvar una vida.

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